Pedro Vizcay/DIARIO DE LEON
Habían tenido mucha suerte los aficionados que, cada fin de semana, salen al campo para practicar su deporte favorito. Nadie recuerda una climatología tan benigna en un doble sentido: ni lluvia que embarra las tierras hasta hacerlas intransitables, ni nieve que obligue a colgar temporalmente la escopeta. Otra cuestión bien distinta es que el campo clame a gritos por un poco de agua que aliviaría los cultivos de primavera y las resecas fuentes del monte. Ha tenido que ser en la recta final, ya que la temporada finalizó el pasado fin de semana, cuando la niebla se ha «pegado» de forma persistente al suelo reduciendo la visibilidad e impidiendo las cacerías.
La Ley de caza contempla este fenómeno precisamente para evitar posibles accidentes entre cazadores u otras personas que transiten por el campo o por las sendas del monte. Eran frecuentes los coches que regresaban portando el remolque de los perros que, a lo sumo, habían salido unos minutos del carro para hacer sus necesidades. Ayer domingo, día 27, acabó una temporada que ha dejado un buen sabor, en líneas generales, entre los aficionados. Incluso en estos últimos días «se vuelan» perdices aunque tengan «usía» como acostumbran a decir los veteranos para referirse a la dificultad de «pararlas» con un buen disparo. Pero tampoco importa mucho, ya que las bravas «patirrojas» que han sobrevivido a la temporada son las mas fuertes y estarán mejor preparadas para garantizar una buena reproducción con la pura línea genética de la perdiz roja ibérica. Hace unos días me crucé con una mano de cuatro aficionados que perseguían «a rabo» a un pequeño bando de perdices. Tan solo uno de ellos portaba dos pájaros colgados. «Estos son ecologistas -me comentó en tono de broma al referirse a sus compañeros- no las matan aunque disparar sí que disparan, pero debe ser para asustarlas».
Todavía, y durante las dos primeras semanas del mes de febrero, se darán las últimas monterías al jabalí. A partir de aquí y en el mes de marzo pueden autorizarse los descastes de zorros y córvidos. Aunque los primeros son abundantes esta temporada, los permisos se darán con cuentagotas pues el cánido es un gran consumidor-depredador de topillos, una especie que interesa descastar tanto o más que el cánido.
Es otra forma también de proteger las camadas de jabalís que crían en los maizales. Como siempre pagan justos por pecadores y los abusos cometidos el pasado año van a perjudicar a las cacerías legales. La práctica de los descastes es realmente positiva para las especies cinegéticas y de hecho se aprecia claramente la diferencia en las poblaciones de perdices, liebres y conejos en los cotos que han realizado descastes y en los que no lo han hecho. Y ello a pesar de que el campo no tiene puertas y el territorio descastado vuelve a ser colonizado en poco tiempo.
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